viernes, 12 de abril de 2013

Me acaban de avisar para que me fije en el sol, que está rodeado por un aro de nubes y luz.  Es un fenómeno de lo más extraño, pero además creo que imprevisto.  Me siento como la protagonista de una película de catastrofismo, todos salen a ver el sol y lo señalan con la boca abierta.  Estoy en la azotea del edificio donde trabajo y miro al mar con la esperanza de que no se mueva, que siga planito y no ver una ola gigantesca que se abalance sobre La Habana.

miércoles, 27 de marzo de 2013

La farola

La farola de esta historia estaba abandonada, llevaba años sin alumbrar.  Nadie se había ocupado de cambiar su bombillo o de revisar si tenía algún fallo en sus cables desde hacía mucho tiempo.
Al principio a los vecinos del lugar les molestó que su farola no alumbrara e hicieron algunas llamadas, se quejaron, lo comentaron en la calle, se molestaron, hasta que con el tiempo, como a nadie le importaba que la farola no funcionara, a ellos también dejó de importarles y solo se acordaban de ella, alguna que otra vez, cuando tropezaban en la oscuridad de la noche mientras regresaban a sus casas.
Pero hubo alguien que no dejó de preocuparse, la misma farola, tan alta y erguida, se entristecía pensando que ya no era útil, veía como se cubría de herrumbre su largo poste, como el polvo ensuciaba sus cristales sin poder hacer nada.  Incluso, varias veces,  trató con todas sus fuerzas de que sus cablecillos transmitieran la energía necesaria al envejecido bombillo, pero lo único que lograba era un leve chisporroteo que dejaba olor a quemado por todo aquel lugar.
Un día la farola sintió un estruendo, y el golpetazo resonó hasta en la última de sus conexiones, una pelota mal dirigida acabó con la ilusión que le quedaba de volver a alumbrar, se rompieron sus cristales, se le abolló el metal del farol en fin, todo había terminado.  Ahora sí se resignó y esperó que pronto la cambiaran por una de esas lámparas modernas que andaban poniendo por toda la ciudad.
Esa misma tarde la lluvia comenzó a caer, de pronto la ligera llovizna se convirtió en un fuerte aguacero y de la nada, apareció un gorrioncillo todo empapado que se refugió dentro de la farola.  El pajarito se sacudió, se acurrucó en un rincón y se quedó adormecido.  La farola no sabía qué hacer, pero se sintió cómoda con el inesperado visitante.  A la mañana siguiente, cuando despertó, el gorrión no estaba.  Ella lo buscó y lo vio venir con unas pajitas en su pico, la farola sintió el cosquilleo de las patitas y el pico acomodando las hierbitas, hasta terminar un pequeño nido.  Y la farola sintió algo que desde hacía mucho tiempo no sentía, una especie de plenitud que solo recordaba haber sentido, cuando por las noches, encendía su bombilla y escuchaba los comentarios de los vecinos agradecidos por la luz.
No pasó mucho tiempo, antes de que apareciera otro gorrión, una hembra, y la novedad de los huevitos en el nido le hizo olvidar sus pesares. 
Un amanecer, la farola sintió un calor diferente que la hizo salir de la modorra del sueño y se vio así misma, iluminada.  Asustada pensó que al fin la habían reparado durante la noche y ella tan cansada por las noches en vela esperando que los huevitos se rompieran, no había sentido nada.  Pronto comprendió, que la luz  no venía de ella, sino de mucho más alto.  El sol estaba saliendo y los rayos atravesaban los restos de sus cristales, iluminando, multiplicándose en colores, calentando… y entonces se dio cuenta que los huevitos había comenzado a moverse, unos piquitos diminutos rompían los cascarones y poco a poco iban saliendo los gorrioncitos.
Ya nada se comparó al placer de ver la nueva vida dentro de ella.  No le importó el tiempo que pasó esperando una nueva bombilla o que repararan sus cables o repusieran sus cristales rotos.  Hasta se alegró de haber sido abandonada porque de otra manera nunca hubiera experimentado esta  forma diferente de ser feliz. 
Y fue feliz, como en las noches de antaño cuando su luz iluminaba el vecindario.

lunes, 18 de febrero de 2013

Qué no sea tan frío, por favor.

A veces pienso que soy egoísta deseando todo el tiempo que llegue el invierno y que haya frío de verdad.  Mi amigos que viven en países donde el invierno es realmente crudo se pasan todo el tiempo, pidiendo un poquito de sol.  Seguro yo haría lo mismo.  Extrañaría el solecito, ponerme un vestidito fresco, sandalias, disfrutar la playa azul casi todo el año. 

viernes, 15 de febrero de 2013

Meteoritos

Hace tiempo, hubiera buscado mil teorías fantasiosas y soñadoras para estos meteoritos.  Hoy, a pesar de que me sigue fascinando la idea de los extraterrestres, solo pienso en las pobres gentes afectadas y en la suerte de que no haya sido peor.

miércoles, 6 de febrero de 2013

Mi blog abandonado

No me había dado cuenta que no entro en este lugar desde el pasado año, hasta telarañas me encontré.  Tuve que deshollinar, limpiar, echar agua.  Ya huele a fresquito. 

viernes, 7 de septiembre de 2012

Mañana de septiembre

Una de las preferidas de mi papá a quien le agradezco el gusto por la buena música, entre muchísimas otras cosas.