Me acaban de avisar para que me fije en el sol, que está rodeado por un aro de nubes y luz. Es un fenómeno de lo más extraño, pero además creo que imprevisto. Me siento como la protagonista de una película de catastrofismo, todos salen a ver el sol y lo señalan con la boca abierta. Estoy en la azotea del edificio donde trabajo y miro al mar con la esperanza de que no se mueva, que siga planito y no ver una ola gigantesca que se abalance sobre La Habana.
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